Segunda Dimensión

Sección Contraculturas

SEGUNDA DIMENSIÓN

LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO Y
LA CULTURA DEL ORÁCULO/AURÍCULA


"El conocimiento que no ha pasado a través los sentidos sólo puede generar una verdad dañina".

-Leonardo da Vinci

Hemos heredado una concepción separada de la mente y el cuerpo. Consecuentemente, en nuestra sociedad, es muy poco probable que el reconocimiento de un problema induzca a una respuesta -a menos que una conexión linear, causal se pueda hacer entre la relación de transformación (o la mente) y el sensorium (o el cuerpo). Advertimos las crisis que nos confrontan, pero siendo presas de la repetición neutralizante de este hecho, tan solo nos enferma mortalmente su existencia-; la destrucción de nuestro planeta, nuestra existencia reducida a la servidumbre económica y la construcción de una política que induce aburrimiento y apatía en sus consumidores para anularlos. Una comprensión intelectual, que no se condice con la experiencia, probablemente nos llevará más rápido a desensibilizarnos que a incitarnos a producir una revolución. No experimentando los efectos a largo plazo de nuestra inversión en la autodestrucción, nuestros circuitos de supervivencia permanecen inactivos- estamos seguros 'aquí y ahora'.

Es justamente nuestra noción de 'aquí y ahora' y nuestra comprensión de nuestras percepciones lo que subraya el problema. No es que no experimentamos las consecuencias de nuestras acciones, es que rechazamos entender los lazos entre ellas, nuestras experiencias y sus causas. Resulta claro que necesitamos hacer cambios en el mundo y en la manera en que operamos dentro de él, pero raramente es reconocido que cambiar la forma en que percibimos al mundo es imperativo para este proceso.

Ha habido mucha discusión acerca de lo que puede generalizarse como la 'primacía de la visión' en la cultura Occidental, y que nuestra gran confianza en la visión como fuente de información ha resultado en una percepción mal balanceada del mundo. Sin embargo, la mayoría de los críticos tienden a caer en la trampa de llamar a una nueva jerarquía de los sentidos, por ejemplo colocando el oír por encima del ver, antes que cavar un poco más profundamente y encontrar las posibilidades de anular estas polaridades (que no son otra cosa que un síntoma de la 'primacía de la visión') para explorar nuevas posibilidades de percepción. Christian Metz, que habla acerca de objetos 'visuales' y objetos 'auriculares' en vez de hablar de objetos que pueden ser percibidos con varios sentidos, es un buen ejemplo.

Al deconstruir el lenguaje relativo al conocimiento, el progreso y el poder en la cultura occidental, podemos hacer emerger algunas de las asunciones y aproximaciones al mundo que este contiene. Y al analizar los efectos físicos y psicológicos de nuestras experiencias, percibidas con los sentidos (la vista y el oído en especial), podemos también comprender mejor como distintas formas de ver y oír producen distintas experiencias de vida. Así, mediante cambios en las formas de percepción, nuevas experiencias y nuevas formas de entender al mundo pueden evolucionar, permitiendo que el cambio ocurra con la experiencia como base.

Mi énfasis en la experiencia es deliberado. Un gran abismo entre la teoría y la práctica existe en casi toda la cultura occidental. Este aspecto da cuentas de la redundancia de la filosofía tradicional -es redundante desde el aspecto en que es inaplicable para la vida diaria. La negación del cuerpo- y viene de la mano con la naturaleza dual, naturaleza exclusiva de la 'visión' occidental. Volviendo al cuerpo, a menudo encontramos que durante nuestros momentos más intensos la mente se torna inoperante, o al menos distinta al cuerpo.

Cuando vemos cosas, experimentamos hacia ellas una relación que es básicamente linear. Mirar algo establece una relación sujeto-objeto con lo observado, confirmándonos de nuestra existencia como un ego/sujeto aislado y con un alrededor definido como un 'otro'. Es decir, nuestra forma de mirar es básicamente dicotómica. Aunque vemos tres dimensiones, establecemos solamente una. Por otro lado, al oir estamos situados en el centro de un campo audible. Es posible decir que la visión es extensiva, un proceso de externalización. El oír, sin embargo, es mas intensivo, un proceso de internalización. El oir nos lleva a un mundo subjetivado antes que dislocarnos de un mundo objetivado.

Si consultamos al lenguaje como un ejemplo de estas tendencias, encontraremos varios ejemplos de esta falta de balance. No hay un equivalente para 'ilusión óptica' dentro del campo sonoro. No existe un sustantivo separado para el acto de oir, mientras que para el acto de ver existe la visión*1. Podemos oír y escuchar con nuestras orejas, pero podemos contemplar, ver, observar, espiar, mirar, etc. con nuestros ojos. Las frases como 'prestar oído' y 'echar un ojo' también son reveladoras. Tenemos un amplio vocabulario para describir el mundo visible, pero nuestro vocabulario para describir el mundo sonoro es muy limitado. Esto pareciera indicar que existe un déficit en nuestras experiencias auditivas como cultura. Y debido a la naturaleza inter-subjetiva, comunicativa de la esfera auditiva, ese es un déficit que necesitamos resolver con urgencia si alguna vez deseamos disolver las fuerzas de la aislación, el nihilismo y la alienación inherentes a nuestro énfasis en la visión como medio de percepción.

El oído humano es capaz de oír sonidos entre 16 y 16000 hertz (1 hertz = una frecuencia por segundo) o diez octavas (una octava = un doblar de la frecuencia). Se ha precisado que si levantamos la lectura de los hertzios de sonidos a las frecuencias de la luz en el reino visual, encontramos que podemos ver frecuencias entre 380 mil millones y 760 mil millones de hertzios, pero que no te engañen los números, esto equivale tan sólo a una octava. En otras palabras, podemos ver tan sólo una 'octava' mientras que nuestro oido es capaz de captar 10 octavas. Esto es sin embargo tan sólo uno de los ejemplos clásicos para mostrar la invasión de la percepción visual sobre modos distintos de percepción. En vez de afirmar y explorar las diferencias de los dos sentidos, uno se ha reducido para conformarse con los términos del otro -una inversión, no una subversión de la percepción.

También se ha sugerido que nuestro sentido auditivo es numéricamente preciso, mientras que la visión es ilusoria, incluso existieron técnicas auditivas para introducirse en las matemáticas debido a la precisión de este sentido.

Podemos oír desde antes de nacer.

Es también sabido que podemos oír aun cuando todos nuestros otros sentidos ya se han apagado en la agonía previa a la muerte.

Oímos mientras dormimos, cuando todos los demás sentidos son inoperantes.

Oímos en un campo de 360 grados.

No podemos cerrar nuestros oídos de la misma manera que cerramos nuestros ojos. El campo auditivo constantemente nos recuerda que somos parte de una totalidad interconectada, que no somos egos aislados, sino seres integrados. Al menos potencialmente.

La teoría Qabalista afirma que el ego se alimenta de imágenes sonoras. La tradición hebráica, ahora restringida a derivaciones 'magickas' y 'místicas', fue descartada en favor a la orientación visual de la tradición griega durante el 'progreso' de occidente. Dios no puede ser visto dentro de la tradición hebráica -El logos es hablado y por lo tanto escuchado. En cambio, hoy en día vemos como la elección de Dios(es) tiene bastante que ver con lo que ofrecen para el campo visual. Una vez que los Dioses son visibles, están bajo nuestro control, bajo nuestra 'vigilancia', efectivamente despojados de todo poder. Así se convierten en deshechos del nihilismo cristiano y de su dependencia en la imaginería visual, que incluso es denunciada en su propio libro sagrado.

NOTAS:

*1 Es decir, podemos tener -lingüisticamente- la 'visión' de un problema, pero no su 'escuchación' o 'audición'.

Traducción por Julián Moguillansky


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